La Cumbre del G7 2025 reúne esta semana a los líderes de las principales potencias democráticas del mundo: Estados Unidos, Francia, Japón, Alemania, Italia, Reino Unido y Canadá, país anfitrión. Aunque México no forma parte de este exclusivo grupo, su presencia ha cobrado gran relevancia tras la invitación hecha por el primer ministro canadiense, Mark Carney, a la presidenta Claudia Sheinbaum.
La agenda de este año gira en torno a temas globales de alta prioridad: pero destacando situaciones de nuestra actualidad como la protección de comunidades vulnerables, la construcción de alianzas estratégicas para el futuro y uno de los puntos cruciales más recientes el conflicto entre Israel e Irán, ante el cual el primer ministro Carney ha exhortado a todos los participantes a privilegiar la vía diplomática y contener una posible escalada regional.
México: equilibrio, soberanía y relaciones internacionales.
La presidenta Sheinbaum llega con una estrategia diplomática definida: abrir canales de diálogo para proteger los intereses de México en comercio, migración y cooperación internacional. Su asistencia representa un momento clave en su naciente gobierno, y busca proyectar una imagen de liderazgo sensato y con visión internacional.
Uno de los momentos más esperados es su reunión bilateral con el presidente Donald Trump, programada para el martes 17 de junio. Será el primer cara a cara entre ambos mandatarios desde que Sheinbaum asumió la presidencia, y los temas a tratar son particularmente delicados: impuestos a las remesas, redadas contra migrantes, cierre fronterizo para exportaciones de ganado y medidas arancelarias que amenazan la estabilidad del comercio bilateral.
La participación de México en la Cumbre del G7, aunque puede verse simbólicamente , cobra una dimensión estratégica importante: se posiciona como mediador natural entre el norte global y los países emergentes, y como un actor dispuesto a dialogar sin someterse. En un contexto de creciente incertidumbre internacional, Sheinbaum busca reforzar su legitimidad internacional y asegurar beneficios concretos para el país.
Esta cumbre puede marcar el inicio de una nueva etapa en la política exterior mexicana: más firme, más visible y con vocación multilateral.