Estados Unidos vive uno de esos episodios que parecen sacados de un manual de política: el cierre del gobierno federal, conocido en inglés como government shutdown. Puede sonar lejano, pero sus efectos se sienten en todo el país, desde los aeropuertos hasta los programas de alimentación.
¿Qué es exactamente un “shutdown”?
En pocas palabras, un cierre del gobierno sucede cuando el Congreso no logra aprobar a tiempo el presupuesto federal. Cada año, los legisladores deben autorizar 12 leyes de gasto para financiar desde la defensa nacional hasta los parques nacionales.
Si no lo hacen antes de que termine el año fiscal —el 30 de septiembre—, muchas agencias se quedan sin dinero para operar. La ley lo prohíbe: sin fondos aprobados, los empleados no pueden cobrar ni las instituciones gastar.
Eso es justo lo que ocurrió el pasado 1 de octubre de 2025. El gobierno federal cerró parcialmente sus operaciones, y el país entró en un nuevo episodio de parálisis política.
¿Por qué pasó ahora?
El motivo de fondo es el mismo de siempre: una pelea política por el gasto público. Demócratas y republicanos no se pusieron de acuerdo sobre cuánto debe destinarse a programas sociales, salud, defensa y otras partidas clave. La negociación se empantanó y, sin un consenso, el presupuesto no avanzó.
El resultado: una gran parte de la maquinaria del Estado quedó en pausa.
¿Qué está ocurriendo hasta ahora?
El cierre comenzó el 1 de octubre de 2025 y ya se perfila como uno de los más largos de la historia reciente. Más de 900 000 empleados federales están suspendidos temporalmente (furloughed) y otros 2 millones siguen trabajando sin recibir salario, a la espera de que el Congreso reabra el pago de nóminas.
El Senado, por su parte, bloqueó un proyecto de ley que habría permitido pagar a esos trabajadores mientras el gobierno sigue cerrado, lo que ha encendido aún más las tensiones en Washington.
Algunos servicios considerados “esenciales”, como la seguridad nacional, las operaciones militares o el control de fronteras, siguen funcionando, pero con plantillas reducidas y trabajadores sin pago inmediato.
Programas en riesgo y preocupación social
Uno de los mayores temores está en los programas sociales. El cierre amenaza con dejar sin fondos al SNAP, el programa que entrega ayuda alimentaria a millones de familias. Según Reuters, varios alcaldes han pedido al Departamento de Agricultura (USDA) liberar recursos extraordinarios para cubrir los beneficios de noviembre, pero no hay garantías de que eso ocurra a tiempo.
Si la parálisis continúa, millones de estadounidenses podrían perder sus ayudas alimentarias justo antes del Día de Acción de Gracias, lo que sería un golpe devastador para los sectores más vulnerables.
También hay retrasos en trámites migratorios, inspecciones sanitarias, permisos ambientales y subsidios agrícolas. La cadena de efectos es larga y crece cada día.
Impacto económico y laboral
El sector hotelero calcula pérdidas de más de 650 millones de dólares por cancelaciones y caída del turismo, especialmente en zonas donde los parques nacionales o museos federales están cerrados. Empresas contratistas del gobierno también se han quedado sin pagos, lo que empieza a afectar empleos locales.
A nivel macro, los economistas advierten que un cierre prolongado podría restar entre 0.1 % y 0.2 % al PIB trimestral si la situación se extiende por varias semanas.
Y aunque los empleados federales recibirán su pago retroactivo —gracias a una ley aprobada en 2019—, las familias más afectadas enfrentan ya semanas sin ingresos.
La dimensión política: un pulso de poder
En Washington, el cierre se ha convertido en un pulso político. Ambos partidos intentan culparse mutuamente: los republicanos acusan a la Casa Blanca de gastar demasiado, y los demócratas señalan que la oposición está usando el presupuesto como arma de presión.
Mientras tanto, los votantes se cansan de ver cómo la parálisis política se traduce en vidas interrumpidas: desde científicos que no pueden continuar investigaciones, hasta madres solteras que temen quedarse sin ayuda alimentaria.
Algunos analistas creen que el cierre podría durar semanas si no se aprueba una “resolución continua” (continuing resolution) que permita reabrir el gobierno de forma temporal. Pero por ahora, el clima en el Capitolio es de confrontación.
¿Qué podría pasar después?
Hay tres caminos posibles:
- Un acuerdo temporal: el Congreso aprueba una resolución para financiar al gobierno unas semanas más mientras sigue negociando.
- Un pacto completo: se aprueban los 12 paquetes de gasto, algo poco probable en el corto plazo.
- Un cierre prolongado: el peor escenario, donde la parálisis se extiende y las consecuencias se acumulan.