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Europa, una superpotencia en declive

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14 de mayo de 2025

 

Europa, una superpotencia en declive, ha visto su influencia global disminuir debido a la competencia de potencias emergentes, la fragmentación de su poder comercial y la falta de cohesión interna, lo que ha reducido su capacidad para marcar la agenda global.

 

A comienzos del siglo XXI, muchos apostaban que la Unión Europea (UE) estaba lista para convertirse en la próxima superpotencia global. Libros como Why Europe Will Run the 21st Century auguraban un siglo dominado por el “poder blando” europeo: integración económica, liderazgo ambiental, defensa de los derechos humanos y un modelo político atractivo. Pero dos décadas después, ese optimismo se ha esfumado. ¿Qué pasó?

Según un artículo publicado en ResearchGate por el doctor en filosofía Douglas Webber, profesor en INSEAD, lo que vemos hoy no es una Europa en ascenso, sino una potencia en declive estructural.

 

De promesa a frustración: ¿dónde se perdió el camino?

 

Regulación: el último bastión

En términos de influencia global, el mayor activo de la UE sigue siendo su poder regulatorio. Con un mercado que sigue siendo uno de los más grandes del mundo (pese a su caída relativa), Europa ha impuesto estándares que empresas de todo el planeta han tenido que adoptar. Desde normativas ambientales hasta regulaciones sobre privacidad, la “Bruselas normativa” ha logrado que incluso gigantes como Microsoft o General Electric se plieguen a sus reglas.

 

Cambio climático: de líder a marginado

Ninguna otra área expresa mejor la caída de la influencia europea que la política ambiental internacional. Si en los años 90 la UE fue clave en la creación del Protocolo de Kioto, en Copenhague 2009 quedó fuera de la sala cuando se tomó la decisión más importante: EE.UU., China, India, Brasil y Sudáfrica negociaron a puerta cerrada un acuerdo débil, dejando de lado a Europa. La Comisión Europea se enteró del resultado por mensaje de texto.

Desde entonces, el bloque ha sido relegado en las discusiones clave. Sus normas han sido resistidas por países en desarrollo y potencias emergentes, y su intento de imponer un sistema de cuotas de carbono a aerolíneas extranjeras fracasó ante la presión de China, India, Rusia y EE.UU. ¿Resultado? La UE pospuso la medida en 2012, afectada además por el lobby de Airbus. Webber lo resume bien: la era del liderazgo climático europeo parece haber pasado.

 

Comercio: un poder cada vez más fragmentado

Si el poder normativo sobrevive, el poder comercial se ha desdibujado. En la Ronda Uruguay (1993), la UE y EE.UU. lideraron el juego. Pero en la Ronda de Doha, iniciada en 2001, los BRICS irrumpieron con fuerza y bloquearon acuerdos que no reflejaban sus intereses. India, Brasil, Sudáfrica y China desafiaron a los gigantes del Atlántico Norte, exigiendo más concesiones agrícolas. Lo que resultó en estancamiento.

La UE giró entonces hacia acuerdos bilaterales. Ha firmado más de 50. Pero incluso aquí enfrenta límites. En Asia, apenas ha logrado tratados con tres países. El caso más ilustrativo: el intento de imponer aranceles a paneles solares chinos en 2013 fracasó tras la presión de Alemania, cuya industria temía represalias. Una mayoría de Estados miembros se alió con Beijing en contra de la Comisión Europea. 

 

Integración regional

Durante los años 90 y principios del 2000, la Unión Europea no solo era vista como un bloque económico fuerte, sino como el modelo a seguir para otras regiones del mundo. Su proceso de integración inspiró a países en América Latina, Asia y África a explorar mecanismos similares. A esto se le llamó, en su momento, el «efecto Bruselas».

El propio discurso oficial de la UE promovía esta idea. Su Estrategia de Seguridad (2003) afirmaba que las organizaciones regionales fortalecen la gobernanza global y que la cooperación entre países vecinos es esencial para un mundo más ordenado. Algunos académicos, como Mark Leonard, incluso especularon con que la UE desencadenaría un «efecto dominó» de integración regional, llevando al surgimiento de un “mundo de regiones”, inspirado en el modelo europeo.

Y en efecto, surgieron iniciativas: el Mercosur en Sudamérica, la ASEAN en Asia, la Comunidad Africana Oriental, la Comunidad Económica de África Occidental, entre otras. Algunas de ellas adoptaron incluso el discurso de una futura moneda común, como ocurrió brevemente en el Mercosur.

Pero, como explica Webber, ese impulso se ha debilitado visiblemente en la última década. El prestigio del modelo europeo erosiona con la crisis del euro, el ascenso del euroescepticismo y los problemas internos de gobernanza. La idea de una integración profunda ya no es tan atractiva.

Un ejemplo claro es Asia. Antes considerada una región atenta al modelo de Bruselas, hoy ve a la UE como un actor disminuido. En China, medios estatales han ridiculizado su pérdida de influencia, acusando a Europa de no entender el nuevo equilibrio global. En África, donde la UE había sido durante décadas el principal socio comercial y de cooperación, China ha tomado la delantera con inversiones y préstamos sin condicionalidad política. Incluso países como Islandia retiraron su candidatura de adhesión a la UE, y casos como el Brexit o la crisis griega han minado la imagen de estabilidad que alguna vez proyectó el bloque.

¿Por qué este declive?

Webber apunta dos grandes causas:

  • Declive económico relativo: La participación de la UE en la economía y el comercio global ha caído significativamente desde 2004. Con economías emergentes creciendo más rápido, Europa ha perdido peso específico.
  • Estructura política ineficiente: La falta de cohesión entre sus miembros impide a la UE reaccionar con rapidez y hablar con una sola voz. Esto le resta capacidad para tomar decisiones audaces y ejercer influencia coordinada.

 

¿Y ahora qué?

El autor no es fatalista, pero sí realista: la UE aún tiene cartas fuertes; mercado, diplomacia y valores, pero debe aceptar que ya no marca la agenda global como antes. Si no logra resolver sus tensiones internas y adaptar su estrategia al nuevo orden tripolar, su papel como actor global seguirá menguando.

Escrito por Enrique Barajas

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