La inflación vuelve a subir en México

En términos mensuales, el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) subió 0.66% respecto a octubre, según datos del INEGI.
La inflación vuelve a subir en México

Un repunte incómodo, aunque todavía dentro del objetivo.

La calma inflacionaria en México duró poco. En noviembre de 2025, la inflación general anual volvió a acelerar y se ubicó en 3.80%, después de haber cerrado octubre en 3.57%. En términos mensuales, el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) subió 0.66% respecto a octubre, según datos del INEGI.

La cifra, aunque todavía se mantiene dentro del rango objetivo del Banco de México de 3% ± 1 punto porcentual, dejó de lado la narrativa de “inflación totalmente controlada”. Lo más preocupante para los economistas no es solo el número general, sino el corazón del índice: la inflación subyacente, que excluye energía y alimentos muy volátiles y refleja mejor la tendencia de fondo, se ubicó en 4.43% anual, acelerándose frente al 4.28% previo.

Detrás del rebote hay factores muy concretos. El fin de subsidios eléctricos en varias ciudades disparó la tarifa de electricidad más de 20% mensual, y se sumaron aumentos en energéticos y en algunos alimentos como jitomate o chiles. Es decir, no solo se trata de “ruido” de uno o dos productos: hay presiones de costo que se sienten en el recibo de luz, en la despensa y en servicios del día a día.

Una economía que se enfría justo cuando la inflación deja de bajar

El repunte de precios llega en un momento especialmente incómodo: la actividad económica ya empezó a mostrar señales claras de enfriamiento. En el tercer trimestre de 2025, el PIB cayó 0.2% a tasa anual, encendiendo el “semáforo de crecimiento negativo” por primera vez desde 2021.

A esto se suma que los organismos internacionales no están viendo un 2025 prometedor. La OCDE recortó su pronóstico de crecimiento para México y estima que el PIB apenas avanzaría 0.7% este año, con una mejora gradual después, pero todavía por debajo del crecimiento promedio histórico del país (en torno a 1.8% desde el año 2000). Banxico, en sus propios escenarios, también ha planteado rangos muy modestos, incluso incluyendo la posibilidad de un crecimiento cercano a cero.

Traducido a palabras sencillas: la economía mexicana está navegando en aguas de bajo crecimiento, con una inflación que ya no cede con la misma fuerza que hace unos meses. No es una crisis, pero sí un equilibrio frágil: ni recesión profunda ni expansión sólida.

Banxico pisa el freno… de las tasas, pero con cautela

En este contexto, el Banco de México lleva varios meses aflojando gradualmente el freno monetario. En septiembre redujo la tasa de referencia de 7.75% a 7.50%, y en noviembre dio otro recorte de 25 puntos base para dejarla en 7.25%, el nivel más bajo desde 2022.

El mensaje del banco central ha sido doble. Por un lado, reconoce que la economía está débil y necesita algo de oxígeno en forma de crédito más barato. Por otro, insiste en que todavía ve “riesgos al alza” para la inflación, especialmente de cara a 2026, cuando podrían darse cambios fiscales, nuevos impuestos o ajustes de tarifas que vuelvan a presionar los precios.

Eso significa que Banxico no se siente en modo “misión cumplida”. La inflación general está en el rango objetivo, sí, pero la subyacente sigue arriba de 4% y le preocupa que las expectativas de inflación para los próximos años no se relajen demasiado.

Más presión por el lado fiscal y comercial

Mientras tanto, las decisiones del gobierno en materia fiscal y comercial también se entrelazan con el panorama inflacionario. La Cámara de Diputados aprobó, con cambios, la propuesta de la administración de Claudia Sheinbaum para imponer aranceles a más de 1,400 productos provenientes de Asia, principalmente China, Corea del Sur, India y Vietnam, con el objetivo de proteger la industria local y elevar la recaudación, con ingresos estimados por 52,000 millones de dólares.

Los legisladores suavizaron parte del plan original, reduciendo aranceles tope de 50% a 35% para evitar choques demasiado fuertes. Aun así, este tipo de barreras puede encarecer insumos para empresas y productos finales para consumidores, al menos en el corto plazo. Y en un contexto donde la inflación ya repunta, cualquier alza adicional en costos de importación complica el trabajo de Banxico.

Además, hay factores de riesgo externo que ya están en el radar: la renegociación del T-MEC (USMCA), la incertidumbre comercial global y la posibilidad de cambios tributarios que encarezcan ciertos bienes o servicios. El propio banco central ha mencionado estos elementos como posibles focos de presión para la inflación en 2026.

Lo que podría venir: tres grandes repercusiones para el futuro

Primero, el poder adquisitivo de los hogares seguirá bajo presión. Aunque el nivel de inflación es relativamente moderado, el rebote reciente y las alzas en energía y alimentos pegan justo en el gasto básico de las familias. Si los salarios no crecen por encima de la inflación de manera sostenida, el ingreso real se erosiona poco a poco, sobre todo para quienes destinan la mayor parte de su dinero a comida, transporte y servicios.

Segundo, el entorno para la inversión se vuelve más delicado. Una economía con crecimiento bajo y señales mixtas de inflación no es el escenario ideal para que las empresas tomen decisiones agresivas de expansión. Las tasas de interés ya están bajando, pero siguen lo suficientemente altas como para que muchas compañías lo piensen dos veces antes de endeudarse para nuevos proyectos. Si a eso se suma la incertidumbre por aranceles, reglas comerciales y futuras reformas fiscales, el apetito por invertir puede enfriarse aún más.

Tercero, la política económica tendrá menos margen de error. Banxico ya empezó a recortar tasas, pero no puede ir demasiado rápido sin arriesgarse a perder el control de la inflación. El gobierno, por su parte, busca más ingresos y mayor protección a la industria local, pero si lo hace a costa de encarecer productos e insumos, puede terminar amplificando las presiones inflacionarias. El reto será coordinar política monetaria y fiscal para no dispararle al crecimiento mientras se cuida el bolsillo de la gente.

¿Hacia dónde puede moverse México en los próximos años?

Los escenarios que hoy se discuten entre analistas y organismos internacionales no son de desastre, pero sí de progreso limitado si no se corrigen varios desequilibrios. Organismos como la OCDE y el propio Banxico ven una mejora gradual del crecimiento a partir de 2026, pero en niveles que siguen por debajo de lo que México necesitaría para cerrar brechas de pobreza, desigualdad y rezagos regionales.

Si la inflación se mantiene dentro del rango objetivo y Banxico logra seguir recortando tasas sin perder credibilidad, el crédito puede volverse más accesible y apoyar el consumo y la inversión. Si el nearshoring se consolida con reglas claras, seguridad y mejor infraestructura, podría transformarse en un motor real de crecimiento. Y si las reformas fiscales y comerciales se diseñan con cuidado; podrían fortalecer las finanzas públicas sin encarecer en exceso el costo de vida.

Pero también está el otro lado: un escenario donde la inflación se vuelve a recalentar por impuestos, tarifas o choques externos; donde el crecimiento se mantiene pegado al piso; y donde la inversión se frena por incertidumbre regulatoria o política. En ese caso, México podría quedar atrapado en una combinación incómoda de precios tercamente altos y una economía que no despega.