En 1911, Vincenzo Peruggia se llevó la Mona Lisa del Louvre casi a pulso. Hoy, ese “golpe” sería una pésima inversión. A raíz de que el robo más sonado de 2025 en París no fue un cuadro, sino ocho piezas históricas de la joyería imperial francesa, sustraídas en cuestión de minutos de la Galerie d’Apollon del Louvre. El operativo, con herramientas eléctricas, acceso por ventana y fuga en motos, duró 7–8 minutos y obligó a cerrar el museo mientras la policía desplegaba a decenas de investigadores.
El problema de robar un ícono: “demasiado caliente para venderse”
Robar un Van Gogh o El grito puede sonar glamuroso, pero convertirlo en dinero es casi imposible. En cuanto se denuncia el robo, la pieza entra a bases de datos y alertas globales (INTERPOL, FBI, Art Loss Register); ningún comprador serio la toca, y en el mercado legal su valor cae a cero. Exagentes y especialistas lo resumen así: el arte del golpe no es robar, es vender, y ahí se estrellan la mayoría de los ladrones de obras famosas.
Esa misma notoriedad que hace valiosa a la Mona Lisa desde el mítico robo de 1911 es la que la vuelve “invendible” para el crimen organizado en 2025. Incluso el propio Louvre recuerda cómo aquel hurto desató la fama mundial del cuadro, un efecto que hoy lo blindaría comercialmente.
La “liquidez” brillante, por qué las joyas son el botín perfecto
1) Portabilidad extrema. Un collar de alto valor cabe en un bolsillo; un óleo monumental no. Por eso los golpes exprés tipo “smash-and-grab” apuntan a vitrinas de gemas y orfebrería: la logística es mínima y el escape, más sencillo. El caso del Louvre 2025 calca este patrón.
2) Blanqueo sencillo del botín. Oro y platino se funden; los diamantes se recortan y reaparecen como piedras “nuevas” con otras tallas y certificados, borrando su pasado. Expertos en restitución advierten que la ventana crítica para recuperar joyas robadas es de 24–48 horas, antes de que sean alteradas de modo irreversible.
3) Demanda estable y anonimato. A diferencia de un Picasso único, una piedra suelta o un lingote no “gritan” que son robados. Analistas lo subrayan: es más probable capturar a la banda que recuperar piezas que ya pudieron ser desmontadas o recortadas.
El ladrón de 2025: menos romántico, más pragmático
Las grandes bandas recientes apuntan a bienes portátiles y líquidos. París lo sabe, en mayo de 2025 un tribunal condenó a los implicados del atraco de 2016 contra Kim Kardashian, un golpe que también priorizó joyas de alta gama; la mayoría de las piezas jamás volvió.
El fenómeno no es aislado. En 2025, INTERPOL reportó operaciones transfronterizas con decenas de arrestos y miles de bienes culturales recuperados, apoyadas en su Stolen Works of Art Database y herramientas de verificación en campo. La trazabilidad ayuda con arte y antigüedades, pero pierde eficacia cuando el botín se derrite o se recorta.
¿Y robar un cuadro? Cada vez menos rentable
Cuando una obra maestra aparece en todas las portadas, nadie puede revenderla sin delatarse. Esa es la razón por la que muchos “golpes de museo” hoy se enfocan en joyería histórica dentro de los propios museos, espacios icónicos, pero con restricciones arquitectónicas y presupuestales que los convierten en “objetivos más blandos” que una joyería de alto blindaje. El debate en Francia tras el robo del Louvre lo puso en primer plano.En 2025, el arte más famoso es “demasiado caliente” para circular fuera de vitrinas y museos. En cambio, diamantes, oro y piedras históricas ofrecen al crimen portabilidad, liquidez y la posibilidad de “borrar” la evidencia. La Mona Lisa hizo historia en 1911. Hoy, el botín inteligente es el que nadie puede reconocer después de pasar por las manos adecuadas.